Eficiencia o eficacia energética
Cuando buscamos la eficiencia estamos buscando hacer bien las cosas, obtener el máximo rendimiento utilizando un mínimo de recursos, centrándonos en el proceso que se sigue para lograr algo. Por otra parte cuando buscamos la eficacia, buscamos hacer las cosas de la forma correcta, pensando a futuro, dependiendo del cambio o eliminación de ciertos recursos y así alcanzar el resultado deseado.
Evidentemente la eficiencia hace referencia a minimización del uso de recursos, mientras la eficacia se refiere a cambio o eliminación del uso de recursos.
Lo que nos llevaría a concluir que siendo eficientes podemos ahorrar muchos recursos, o un determinado recurso en un proceso, pero siendo eficaces podemos dejar de gastar o sustituir ese o esos recursos de ese proceso para lograr el objetivo propuesto.
Con lo cual surge aquí un interrogante:
¿Debemos continuar trabajando para aumentar la eficiencia energética o debemos apuntar mejor a la eficacia energética, y así dejar de usar determinadas fuentes de energía en lugar de buscar hacer más eficiente el uso de las mismas?
Y me surge otra pregunta más a l respecto:
¿Hacemos las cosas por obligación o por convicción?
Con la actual crisis, que trasciende más allá de lo meramente medioambiental, y llega al plano de lo económico, lo político y lo social, en un mundo desafortunadamente regido por las leyes de la economía de mercado y no de la ecología, sin tener en cuenta la finitud a escala humana de la mayoría de recursos. Evidentemente lo que prima es la variable económica. Y en ese orden de ideas, la obligación prevalece sobre la convicción, con lo cual vemos la eficiencia energética como una manera de ahorrar recursos, en forma de energía, traducida meramente en ahorro de recursos económicos.
Si buscáramos contribuir a la sostenibilidad por convicción, debemos buscar la raíz del problema en el gasto energético, lo que nos lleva directamente a las fuentes productoras de energía (más del 80% basadas en combustibles fósiles) en nuestro actual sistema, y no al ahorro del consumo de la energía producida por esas fuentes, que al final son los grandes focos de contaminación. Es decir orientar el esfuerzo hacia el cambio de la fuente productora de energía, más que en la minimización del uso de las mismas, que también. Y una forma de lograrlo sería dejando de pensar exclusivamente en el costo económico de la energía, que es lo que interesa a nivel industrial, comercial y de consumo doméstico más que en el costo ambiental, que obran condicionados por el mismo sistema.
En conclusión,
Es posible que la eficiencia, no esté aportando a la solución, sino, tal vez esté contribuyendo a aumentar el problema, a diferencia de una actuación eficaz que busque la substitución con fuentes alternativas para la producción de energía, acompañada de un consiente cambio de los hábitos de consumo acorde al potencial de esas nuevas fuentes.
Por último indicar, que lo que no podemos hacer es caer en la famosa paradoja de jevons o efecto rebote, es decir, que en la medida que aumenta la eficiencia con la que se usa un recurso, es más probable un aumento del consumo de dicho recurso que una disminución. A lo que yo añadiría que esto se ve claramente relejado en la realidad, donde cuanto recurso (en este caso energía en forma de dinero) es ahorrado, esa misma cantidad es inmediatamente destinada a otro gasto derivado de la fabricación, adquisición o aumento de la producción de más bienes de consumo, que en ocasiones generan incluso mayor gasto del recurso energético.
Por el contrario si los esfuerzos se concentran en primer lugar en concienciarnos para evitar esos consumos innecesarios de bienes prescindibles, además de las prácticas de ahorro, o mejor de no consumo, y trabajamos por la búsqueda e implementación de fuentes alternativas de energía que, muy seguramente cubrirían nuestros conscientes y nuevos hábitos sostenibles de consumo.
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